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Mis queridos
compatriotas nuevamente me hago presente desde la distancia para
expresar mi opinión con respecto a mi derecho democrático que
desgraciadamente no podré llevar a cabo por 2da vez. No me detendré
en que quienes vivimos en el extranjero tenemos el mismo derecho de
votar que quienes están en Chile. Tampoco quiero imponer a algún
candidato particular como mi preferido para convencerlos de que voten
por él. Mi intención esta vez va por otra parte.
Según cómo veo las
cosas desde acá: escuchando los debates, leyendo las noticias y
revisando las opiniones de Facebook. Parecería ser que la cancha ya
está “rayada” y mi gran temor de tener un país gobernado por el
conservadurismo extremo se ha disipado.
No quiero un país
gobernado por quienes han demostrado este último año no hacerse
responsables por las decisiones de su pasado. Quienes llevan años
lanzándole piedras a los derechos humanos con orgullo, pero esconden
la mano cuando políticamente les conviene.
No quiero un país dónde
no hay tolerancia con respecto a las creencias, la proveniencia, las
decisiones personales o las tendencias sexuales. No quiero un país
moralista dónde las mujeres seamos tratadas como putas por disfrutar
del sexo o dónde se ponga en riesgo nuestra salud física y mental
obligándonos a mantener dentro de nuestro vientre a un niño que no
tiene posibilidades de sobrevivir. No quiero un país en el que una
religión que ya no representa ni al 50% del pueblo tome las
decisiones. Ni donde se prémie la obligación de permanecer con una
pareja por 50 años. Tampoco me gusta un país que fuerza a las
jovenes a mantener a un niño sin recursos, regalándole 30 lucas
sólo para ser demográficamente un país más joven, pero donde les
parece mal la educación sexual.
No quiero un país de
“amenes” donde se priva a la gente de educación para que no
puedan desarrollar sus propias ideas. Ni dónde la educación sea un
bien de consumo y no un derecho. Donde a los niños se les enseñe
que la excelencia está en sus notas y no en su calidad humana.
No quiero un país de
represiones dónde no puedo expresarme libre y pacíficamente por
miedo a que las “autoridades” me maltraten. Ni dónde todo se
solucione a golpes y torturas. Tampoco quiero un país en el que por
defender mis derechos y querer recuperar lo que me han arrebatado me
tilden de terrorista. Dónde es más fácil llenar cárceles que
enfrentar los problemas de raíz y dónde los estudiantes son
enemigos públicos.
No quiero un país donde
me intenten callar la boca con limosnas. Ni dónde me obliguen a
regalarle mi dinero a un empresa privada para que lo administre
durante mi vejez. No quiero un país que no respete sus recursos
regalándolos al mejor postor y dónde se aterroriza a la población
con mentiras sobre su viabilidad energética. Y menos quiero un país
que se “automutila” recortando el poco presupuesto que existe
para el desarrollo de la ciencia y la cultura. NO QUIERO ESE PAÍS.
Me aterroriza lo dañada que puede estar un sociedad al punto de
creer que esa es la forma de hacer las cosas y se sienta satisfecha
por eso. Ese es un país que me aterra profundamente y la opción que
lo lidera, afortunadamente, parece no tener suficiente poder esta
vez.
Que me aterre el país
que construyó la derecha durante estos 4 años, no quiere decir que
esté satisfecha con la opción. Pareciera ser que el resultado final
de estas elecciones no será un terror personal pero será igual un
terror general. Nuevamente será un país dónde las decisiones las
seguirán tomando los mismos y dónde se esconden los “cagazos”.
Dónde se hicieron promesas que bajo un falso manto de actividad
nunca se llevaron a cabo. Y donde los sospechosos de siempre
volverán a tomar malas decisiones intentado hacernos creer que son
buenas. Dónde con tal de ganar audiencia, proyectos importantes
para el país se tomaron a la rápida y sin conciencia. Dónde no
importa la gente sino adjudicarse las elecciones siguientes.
Pero mi intención no es
sacar a relucir lo malo que todos sabemos. Mi intención es hacer
una llamado en favor de los candidatos minoritarios e independientes.
Porque sólo ellos nos pueden ofrecer un recambio político. Según
las estadísticas no habría segunda vuelta y si la hubiera la suerte
ya está echada, entonces, ¿para qué perder tu voto intentado
evitar que una de las grandes clases politicas tenga opciones? No le
des tu voto al menos peor por miedo. Dale tu voto a quién realmente
te represente. A quién mejor exponga tus ideas. Me aterra un
gobierno de la UDI y no quiero a la Concerta nuevamente. Pero, ¿tanta
diferencia hay? La gente es la misma desde hace 14 años. Son los
mismos UDI, RN, DC, PS y PPD los que nos tienen inconformes. Detesto
que el 67% del senado siga en sus mismos puestos después de 14 años.
Sin ir a trabajar y aprobando sólo las leyes que los benefician
directamente. Que se opongan a proyectos positivos poniendo trabas
ridídulas, sólo para que no sean adjudicados por el gobierno de
turno. No me gusta nada la clase política en general. Caen todos en
el mismo saco.
Viéndolo así la única
fuerza de tu voto está en dárselo a las minorías o simplemente
declarando que no te gusta como se hacen la cosas votando nulo.
Tenemos que decir algo. Es nuestra real oportunidad de decir algo
cada 4 años que realmente repercuta en la realidad del país. Hay
que tomarse en enserio las votaciones a senadores y diputados son
ellos los que aprueban o no las leyes. Hay que aprovechar que el
resultado es casi imbatible, para demostrar realmente el cambio que
queremos. Que gane Bachelet no hará ninguna diferencia, pero que
haya segunda vuelta porque es incapaz de llegar a un 40% y el
porcentaje está bien repartido entre los otros candidatos, eso es
decir algo. Así que a votar por las minorías!!!!!!!
Sólo podré votar
simbólicamente y si bien el voto es secreto no me urge en absoluto
compartir que el mío sería para SFEIR.
Chau.Clau.